miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Enmascaramiento y sorpresa estratégica?



QUIÉN GANARÁ LA PROXIMA GUERRA MUNDIAL ? (III)

Igor Parra

¿Son posibles en los escenarios contemporáneos, el enmascaramiento y la sorpresa estratégica?

El tiempo es la materia más rica, más densa y compleja del binomio estratégico “espacio-tiempo”. En última instancia, descentrar la capacidad de análisis y comprensión temporal del adversario, es decir del significado estratégico de los movimientos, o señales territoriales de la maniobra de la fuerza, significa ganar la guerra.
Es desde este concepto, o punto de vista, que pensamos que el tiempo es la materia central de la reflexión y ejercicio de la estrategia. Pues en el tiempo, durante un intervalo dado de tiempo, ocurren fenómenos simultáneos de gran complejidad militar y de gran complejidad socio económicos, que afectan la moral de la población civil, y que así sobredeterminan in fine la capacidad y la concentración de la conducción cívico-militar de la guerra.
En un escenario de conflicto no nuclerizado las mejores enseñanzas sobre esto las tenemos en varios momentos de la historia, pero los más próximos y claros son las guerras de Afganistán y del Vietnam, y no me extiendo más aquí, pues sobre esos escenarios ya hemos escrito precedentemente varios posts en observar y pensar.
De todas maneras, si una enseñanza se deriva, de estos paradigmáticos enfrentamientos, es la que indica que no es posible ganar una guerra en el mundo moderno sin el control real del espacio-territorio de forma permanente, es decir por un tiempo continuo. Seguimos aprendiendo, incluso mientras escribo estas líneas, que las bombas no reemplazan a las botas, por decirlo con un anglicismo muy clarificador.
Así entonces para un observador que medite sobre las capacidades reales de los sistemas de armas más poderosos actualmente distribuidos entre varios países, todos en el hemisferio norte terráqueo (y esta no es una observación baladí) que pueden ser candidatos inminentes a un escenario de guerra mundial, resulta obvio que la respuesta es afirmativa, a la pregunta que encabeza esta observación y reflexión de hoy.
Para entender mejor esta afirmación que formulo aquí es necesario conocer el estado del arte de la ciencia paleoclimática, geo-física, oceanográfica, geológica y ecológica actual, pues esos vectores de información han ampliado poderosamente el campo de la especulación estratégica, con E mayúscula. Gracias a esas disciplinas es posible elaborar conceptos de fuerza estratégica no inéditos en el pensamiento y en la acción militar, pues hay antecedentes escritos ya en Caesar, sino que ahora, gracias a la tecnología militar y a la ciencia es posible crear la sorpresa y el enmascaramiento en unas dimensiones totalmente nuevas y por ende “muy sorprendentes” .
En la guerra del Vietnam el plan de bombardeos estratégicos de represas norvietnamitas por parte de la aviación de los EEUU formaba parte de un uso militar del conocimiento geográfico de las cuencas hidrográficas y de las consecuencias de esta acción sobre la producción arrocera vietnamita. En el mundo antiguo desecar ríos en ciudades asediadas fue práctica habitual para quién tuviese los recursos y el conocimiento ad-hoc.
Aquí, para dimensionar lo trágico de una potencial guerra mundial, actualizada por la información científica y la tecnología, es posible formular una guerra “sorprendente” enmascarando el ataque masivo principal clásico (sobre objetivos puramente militares y/o civiles) o de respuesta a un primer ataque, sobre lugares que generen catástrofes geofísicas de escala hemisférica, sin necesidad de utilizar toda la fuerza nuclear o de gran poder explosivo disponible. Hoy es posible acelerar  procesos naturales que están ocurriendo en sistemas complejos como cuencas hidrográficas con cabeceras glaciales, destruir partes muy precisas de islas volcánicas atlánticas o del pacífico cuya dislocación artificial puede adelantar en el tiempo geológico la generación de mega tsunamis que afecten la costa oriental del continente americano o simétricamente las costas más pobladas asiáticas. Pues, en efecto, dentro del periodo holocénico actual son múltiples los sistemas terrestres y oceánicos que están en un muy frágil equilibrio cuya alteración muy acelerada puede provocar en días o semanas lo que el tiempo geológico efectuará en decenas, centenas o miles de años.  Y esas acciones de fuerza son fácilmente enmascarables y pueden anular sin contaminación nuclear directa ingentes áreas de población y actividad económica a escalas continentales.
A este nivel se aplicaría, una vez más, la validez conceptual de Clausewitz tal como la analizó y explicó Raymon Aaron en sus comentarios al “Arte de la Guerra” en la era nuclear, es decir a pesar de ser posible técnicamente un ataque enmascarado sorpresivo, en el tiempo habría aún momentos para la respuesta destructiva, o sea un ascenso hacia los extremos imparable. Y esta capacidad de “sorprender”, desde la teoría, tiene más fuerza en la dimensión estratégica defensiva que en la dimensión ofensiva, por razones obvias, que creo huelga comentar.
Dado que admitimos la posibilidad de una guerra mundial que use no masivamente el fuego nuclear, ¿es posible formular entonces un escenario que no aboque a una Mutual Assured Destruction Sempiterna (MADS), que supere incluso el escenario del invierno nuclear donde la destrucción era sólo de los espacios civiles y militares útiles?

En breve seguiré sobre ésto desde la cuenca sur sur oriental del Océano Pacífico



jueves, 3 de diciembre de 2015

La importancia relativa de las armas ofensivas de reciente generación

QUIEN GANARA LA PROXIMA GUERRA MUNDIAL? II

La importancia relativa de las armas ofensivas de reciente generación

Igor Parra

La Segunda Guerra Mundial mostró los limites del uso de armas novedosas, sorprendentes, cuando fueron utilizadas principalmente por los alemanes en su ofensiva de misiles contra el Reino Unido en las postrimerías de la contienda. Igualmente, limitado fue el éxito de los aviones a reacción alemanes, una primicia tecnológica que después se copiaría profusamente por americanos y soviéticos, y sus respectivos aliados geopolíticos.
Un sistema de armas ofensivo tecnológicamente superior, incluyendo el armamento nuclear, tiene unos limites siempre difíciles de establecer en cuanto a su capacidad de ser el factor determinante de la victoria en un lapso breve de tiempo. El escenario Okinawa- Nagasaki no volverá a repetirse, en el sentido que cualquier ataque nuclear será respondido ciertamente con fuego nuclear. En este sentido la historia de la tecnología militar y del arte de la guerra parece señalarnos que el uso de tecnologías completamente desconocidas, por quien recibe un ataque inicial de poder de fuego muy superior, conduce a la victoria del atacante sólo cuando existe un salto o una diferencia de civilización técnica significativo. Y Japón el año 1945 estaba estratégicamente derrotado por los americanos y sus aliados, las bombas nucleares terminaron de aplanar a un enemigo que ya estaba de rodillas, y de paso, algunos dicen que principalmente, se envió un potente mensaje a los soviéticos sobre la capacidad destructiva operativa del nuevo armamento nuclear americano.
Sin embargo, la historia militar reciente nos muestra, por ejemplo en el escenario de la Segunda Guerra Mundial, que desde una posición de defensa el uso de nuevas y sorprendentes tecnologías tienen un efecto fundamental en el resultado final, como fue el caso del radar de los británicos.  Este caso nos permite introducir la dimensión espacio-temporal defensiva de una innovación tecnológica absoluta en el escenario de la guerra.  Porque, en efecto, la detección de aviones más allá del horizonte, las 24 horas del día, permitió a los británicos la organización conveniente de sus vectores  defensivos y concentrarlos en los momentos y en los lugares adecuados, anulando el efecto sorpresa inicial del ataque masivo aéreo alemán. Esta es una enseñanza fundamental y portadora aún de múltiples enseñanzas tácticas y estratégicas para un escenario próximo de guerra mundial.
En el actual nivel tecnológico militar defensivo, que es casi simétrico entre americanos, rusos y chinos, la capacidad de observación permanente de las fuerzas contrarias se realiza por sistemas satelitares-espaciales, que incluye además de la imagen la escucha permanente de las comunicaciones militares del adversario. La dimensión oceánica del próximo conflicto incluye una amplia red interoceánica de sistemas ultra sensibles de escucha orientado a la identificación y movimientos submarinos de los vectores oceánicos de fuerza nuclear.
Por otra parte, existe la capacidad instalada de usar la red (web) para alterar, observar y engañar al contrario con señales falsas-verdaderas, así como para sabotear procesos productivos energéticos y de telecomunicaciones en tiempo real. Este espacio cibernético, junto a la capacidad satelital de observación del adversario, constituyen en sí el territorio de la pre-guerra, un hinterland aparentemente inmaterial que en caso de encegamiento absoluto satelital-comunicacional de un adversario será considerado como casus belli por la contra parte. Ya existen antecedentes recíprocos y constantes de robo de información sensible masiva por parte de los potenciales actores principales de una Tercera Guerra Mundial, también existe la certeza de la creciente capacidad de anular los satélites respectivos de estos potenciales contrincantes. Sin embargo la línea roja parece ser el mantenimiento de la capacidad mutua de observación y escucha en tiempo real del adversario.
Dadas estas condiciones, y otras que por mor de la concisión no explicitamos aquí pero que siguen la misma línea de pensamiento, nos es dable preguntar ¿es posible plantear una acción de escala global de “enmascaramiento” que sorprenda completamente al adversario global?

En breve continuaré sobre esta cuestión,