QUIÉN GANARÁ LA PROXIMA GUERRA MUNDIAL ? (III)
Igor Parra
¿Son posibles en los escenarios
contemporáneos, el enmascaramiento y la sorpresa estratégica?
El tiempo es la materia más rica, más
densa y compleja del binomio estratégico “espacio-tiempo”. En última instancia,
descentrar la capacidad de análisis y comprensión temporal del adversario, es
decir del significado estratégico de los movimientos, o señales territoriales
de la maniobra de la fuerza, significa ganar la guerra.
Es desde este concepto, o punto de vista,
que pensamos que el tiempo es la materia central de la reflexión y ejercicio de
la estrategia. Pues en el tiempo, durante un intervalo dado de tiempo, ocurren
fenómenos simultáneos de gran complejidad militar y de gran complejidad socio
económicos, que afectan la moral de la población civil, y que así
sobredeterminan in fine la capacidad
y la concentración de la conducción cívico-militar de la guerra.
En un escenario de conflicto no
nuclerizado las mejores enseñanzas sobre esto las tenemos en varios momentos de
la historia, pero los más próximos y claros son las guerras de Afganistán y del
Vietnam, y no me extiendo más aquí, pues sobre esos escenarios ya hemos escrito
precedentemente varios posts en observar
y pensar.
De todas maneras, si una enseñanza se
deriva, de estos paradigmáticos enfrentamientos, es la que indica que no es
posible ganar una guerra en el mundo moderno sin el control real del
espacio-territorio de forma permanente, es decir por un tiempo continuo.
Seguimos aprendiendo, incluso mientras escribo estas líneas, que las bombas no
reemplazan a las botas, por decirlo con un anglicismo muy clarificador.
Así entonces para un observador que
medite sobre las capacidades reales de los sistemas de armas más poderosos
actualmente distribuidos entre varios países, todos en el hemisferio norte
terráqueo (y esta no es una observación baladí) que pueden ser candidatos
inminentes a un escenario de guerra mundial, resulta obvio que la respuesta es
afirmativa, a la pregunta que encabeza esta observación y reflexión de hoy.
Para entender mejor esta afirmación que
formulo aquí es necesario conocer el estado del arte de la ciencia
paleoclimática, geo-física, oceanográfica, geológica y ecológica actual, pues
esos vectores de información han ampliado poderosamente el campo de la
especulación estratégica, con E mayúscula. Gracias a esas disciplinas es
posible elaborar conceptos de fuerza estratégica no inéditos en el pensamiento
y en la acción militar, pues hay antecedentes escritos ya en Caesar, sino que
ahora, gracias a la tecnología militar y a la ciencia es posible crear la
sorpresa y el enmascaramiento en unas dimensiones totalmente nuevas y por ende “muy
sorprendentes” .
En la guerra del Vietnam el plan de
bombardeos estratégicos de represas norvietnamitas por parte de la aviación de
los EEUU formaba parte de un uso militar del conocimiento geográfico de las
cuencas hidrográficas y de las consecuencias de esta acción sobre la producción
arrocera vietnamita. En el mundo antiguo desecar ríos en ciudades asediadas fue
práctica habitual para quién tuviese los recursos y el conocimiento ad-hoc.
Aquí, para dimensionar lo trágico de una potencial
guerra mundial, actualizada por la información científica y la tecnología, es
posible formular una guerra “sorprendente” enmascarando el ataque masivo
principal clásico (sobre objetivos puramente militares y/o civiles) o de
respuesta a un primer ataque, sobre lugares que generen catástrofes geofísicas
de escala hemisférica, sin necesidad de utilizar toda la fuerza nuclear o de gran
poder explosivo disponible. Hoy es posible acelerar procesos naturales que están ocurriendo en
sistemas complejos como cuencas hidrográficas con cabeceras glaciales, destruir
partes muy precisas de islas volcánicas atlánticas o del pacífico cuya
dislocación artificial puede adelantar en el tiempo geológico la generación de
mega tsunamis que afecten la costa oriental del continente americano o
simétricamente las costas más pobladas asiáticas. Pues, en efecto, dentro del
periodo holocénico actual son múltiples los sistemas terrestres y oceánicos que
están en un muy frágil equilibrio cuya alteración muy acelerada puede provocar
en días o semanas lo que el tiempo geológico efectuará en decenas, centenas o
miles de años. Y esas acciones de fuerza
son fácilmente enmascarables y pueden anular sin contaminación nuclear directa
ingentes áreas de población y actividad económica a escalas continentales.
A este nivel se aplicaría, una vez más,
la validez conceptual de Clausewitz tal como la analizó y explicó Raymon Aaron
en sus comentarios al “Arte de la Guerra” en la era nuclear, es decir a pesar
de ser posible técnicamente un ataque enmascarado sorpresivo, en el tiempo
habría aún momentos para la respuesta destructiva, o sea un ascenso hacia los
extremos imparable. Y esta capacidad de “sorprender”, desde la teoría, tiene más fuerza en la dimensión estratégica defensiva
que en la dimensión ofensiva, por razones obvias, que creo huelga comentar.
Dado que admitimos la posibilidad de una
guerra mundial que use no masivamente el fuego nuclear, ¿es posible formular
entonces un escenario que no aboque a una Mutual Assured Destruction Sempiterna (MADS), que supere incluso el
escenario del invierno nuclear donde la destrucción era sólo de los espacios
civiles y militares útiles?
En breve seguiré sobre ésto desde la
cuenca sur sur oriental del Océano Pacífico