EL MANTO CELESTE
de La Virgen en su Huida a Egipto
al fin lo entendí
Aquí
en los espacios de trén-trén
y del kultrún
Muy lejos del Museo del Prado
los días del mayo paradójico que viví en el número 508
sobre el seno del Reloncaví
sobre el seno del Reloncaví
Durante cuatro decenios casi cada año fuí a Madrid
a mirar por largos ratos
sin prisas
este cuadro de Patinir
Qué me atraía tanto
Quizás el color
Quizás la composición toda
Quizás sólo sus verdes y azules ya celestes
Quizás la imagen central de la Virgen con el niño en brazos
Porqué esa atracción tan tensa
tan constante
tan fuerte
Y el segundo fin de semana de mayo
de este año doce del tercer milenio
sin buscar hallé la respuesta
Y la luz vino de los fulgores de esas horas intensas
de esos combates con mis deseos y las realidades duras
minerales
minerales
en las luces que ocluían sobre mi primer capitulo
en la tierra de los hombres huilliches
de sus machis
del mágico canelo
y mallitún
A este remoto extremo llegué
Me entregué
entero
sin límite alguno
Desnudo me alcé confiado
y erré
Fué en ese momento
clarividente
y triste
que entendí a Patinir
Me atrajo
sin saberlo yo
la protección inmensa de esa mujer
que huye de la persecución
a su hijo
Ahí
simples
como la mañana que albea
como la mañana que albea
como las noches estrelladas del sur
estaban las dos evidencias que no entendía
Protección amorosa en tierras lejanas
Exilio para proteger
para sobrevivir
No sabía hasta recién ahora
que ese cuadro resumía parte de mi vida
Qué simple
Qué obvio
Pero para entender recorrí tres vidas enteras
Muy lejos del tamarugo y del copihue
del arrayán y del mañío
y del coihue
y del mar bravío
y de la montaña nevada que entra al cielo
Hube de cruzar esas tres vidas lejanas para entender
la metáfora que Patinir pintó
Ahora
más ligero ya
de enigmas y preguntas
sigo
Y
abandono en las orillas de mi quinta vida
abandono en las orillas de mi quinta vida
los restos de las otras
Ya no me exilio
ya no me protejo en mis corazas feroces
Ahora no iré más a Madrid
porque resolví
al fin
el enigma
de Patinir
en este último tramo de viaje
al occidente
de la queda mar
inmensa
que es el morir
Igor Parra
en Recuerdos de la Realidad