Hace 4 años publiqué este post en este blog "observar y pensar", como eliminé casi todo el artículo del blog para una publicación que aún no ve la luz del día, en forma de libro, lo resucito pues creo que no ha perdido actualidad, al proponer una particular observación sobre el motor conceptual de lo que ocurre y seguirá ocurriendo en China. Buena lectura!
LA CLAVE CHINA:
TRANSFORMAR LA NECESIDAD
Igor Parra
Hace pocos meses
atrás apareció un gurú judío-húngaro, con pasaporte americano, por Europa
explicando su punto de vista sobre el futuro de China y de sus, probables
relaciones con Occidente, a lo largo de este siglo que comienza ahora. Su
origen húngaro quizás influye en su capacidad de observación y por lo tanto de
pensamiento, porque me pareció que su capacidad de análisis está sesgada por la
ideología. También creo que a la hora de hacer prognosis estratégicas, como las
suyas, el sesgo ideológico crea imágenes falsas, que llevan a errores graves en
el diagnóstico del problema a resolver, o al menos del problema sobre el cual
se emite un juicio.
En mi primera
juventud, en Chile allá por los años 1971 y 1972, tuve la ocasión de conocer
muy de cerca el pensamiento político revolucionario chino, tanto el elaborado
por Mao, como los escritos de otros escritores chinos muy importantes en el
área política, militar y filosófica. Al tiempo que estudiabamos las fuentes
directas de ese pensamiento con personas que habian conocido y tratado
personalmente a Mao, me interesé por darle un contexto histórico, dentro del
mundo asiático, a ese fenómeno revolucionario del siglo XX.
Tanto el gurú judío-hungaro-americano
como Guzman, lider de Sendero Luminoso
peruano, se equivocan en algunos puntos comunes, quizás porque ambos
desconozcan algunas claves esenciales del pensamiento estratégico político
chino, que incluso hoy en día prevalece en la China moderna en campos como el
desarrollo económico, geopolítico y cultural, etc.
El mayor aporte
intelectual que Mao hizo al pensamiento político, desde mi punto de vista, fue
precisamente su crítica a Marx y Engels, en una parcela filosófica clásica, no
“asiática” o propia del “eslabón más débil del mundo capitalista”, como diría
otro clásico del pensamiento revolucionario. En efecto, Mao descubrió que el
planteamiento marxista clásico de lograr la liberación personal y social a
través de la “comprensión de la necesidad” escatimaba la mitad del problema,
pues para Mao la clave del asunto no estaba en la mera “comprensión de la
realidad”. El decía que esa comprensión no llevaría a resultados prácticos
objetivos, palpables, y dejaría a los revolucionarios en el limbo idealista,
donde se reproducirían errores ideológicos y prácticos circulares.
Para romper el
circulo de ese idealismo inconsecuente, en el que él indirectamente acusaba a Marx y Engles de situarse, hay
que terminar el proceso de observación intelectual que sólo comienza con la “comprensión
de la necesidad” pero que debe desembocar en la formulación y ejecución de la “transformación de la
necesidad”.
El paso de la
“comprensión” a la “transformación” es toda la diferencia que hay entre el
modelo soviético y el sistema capitalista occidental, que desde el idealismo
ideológico actuaron, y actuan, a corto plazo, y el emergente modelo chino de
adaptación utilitaria al capitalismo.
En China han
determinado, en cada momento histórico reciente, los umbrales específicos de las
necesidades sociales-económicas que hay que transformar, y en algunos casos
crearlas ex novo.
En Occidente tendemos
a olvidar que la escuela de pensamiento político, militar y cultural china
tiene varios milenios a su espalda y se relacionan entre sí en un denso continuum temporal, que sin embargo
gracias al pensamiento teórico de Mao rompe con las inercias culturales que tal
tradición puede generar. Pues en China hay una serie de tradiciones culturales
que directamente, sin solución de continuidad, se han transmitido dentro del mismo
acerbo linguistico desde al menos 1300 años antes de Cristo. Mao culmina una
escuela de pensamiento estratégico muy antigua, innova en algunos puntos, pero
se basa en experiencias milenarias transmitidas a través de la escritura en
lengua china, desde varios cientos de años antes del nacimiento de Cristo. Esto
confiere una visión del mundo diferente a la occidental, porque maneja la
variable esencial de la gran estrategia, el tiempo, de una forma que aquí en
Europa y en los Estados unidos cuesta entender, y más aún poner en práctica.
Transformar la
necesidad es la gran consigna inmanente de la revolución china que se sigue
aplicando (actualizando diría un
tomista) día a día tanto en el interior de China como en su política exterior. Las
formas capitalistas que se han adoptado en una parte del territorio chino
obedece a esa transformación radical de la realidad propuesta teóricamente por
Mao y sucesores, que se ejecuta en la actualidad en espacios diferenciados del
territorio chino. Somos testigos de una magistral demostración práctica de la
transformación de la necesidad en China, que está creando nuevas, radicalmente
nuevas, realidades económicas, que a su vez generan nuevas realidades
culturales, sociales y consecuentemente geopolíticas.
Precisamente el
aspecto más débil de los augurios del gurú húngaro son los que hablan de la
debilidad a medio plazo del desarrollo industrial y económico chino, olvida que
ese análisis se basa en el potencial de un segmento del espacio y de la
población china. El gobierno chino no puede aplicar el plan de zonas especiales
a todo su territorio, por ello ha experimentado en zonas de gran tráfico
comercial marítimo y terrestre, al tiempo que mantiene una reserva de trabajo
agrícola inmensa, a la que trata de forma diferente, muy diferente, en relación
a las zonas de desarrollo litoral. Esa masa demográfica de reserva es lo que
puede garantizar el futuro del diseño modernizador chino: se trata de una
reserva de trabajo y consumo virgen que equivale numéricamente a dos veces todo
el occidente capitalista. El gobierno tiene la capacidad no democrática, no la
necesita, de crear flujos demográficos en función a las necesidades que se
estan creando sucesivamente en ese país.
Si los gobernantes
chinos hubiesen aplicado sólo los principios marxistas clásicos, el modelo
chino ya hubiese reventado, y todos los augures hubiesen triunfado en sus
predicciones catastrofistas. Sin embargo, al transformar la necesidad social, concepto
formulado por primera vez por Mao, la situación deviene más rica en
posibilidades reales, objetivas, de consolidar la economía china a través de
una fusión de espacios geográficos muy habitados y tecnológicamente pobres con
otros espacios que necesitan, progresivamente no sólo de mano de obra, sino
también de consumidores. China tiene garantizado en un corto plazo un gran
mercado de consumo interior, actualmente circunscrito a las zonas de desarrollo
especial.
En la vertiente
geopolítica, la historia muestra que las guerras expansivas militares no son la
componente principal de la estrategia nacional China, como lo han sido, empero,
de la japonesa hasta la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo son perfectamente
conscientes del valor que tienen las redes comerciales densas en espacios
lejanos. Garantizan la circulación exterior de productos chinos a través de
decenas de miles de redes propias de productos nacionales, de diferente precio
y nivel tecnológico. Una vez más han comprendido la necesidad de usar un
instrumento dado, el comercio y su diaspora mundial, y con ello han procedido a
transformar la necesidad, pasando de un nivel de comercio familiar de escalas
pequeñas, a un comercio multiescala muy agresivo. Todo parece apuntar, según mi
criterio, a que estos cambios de escalas espaciales, del comercio chino, llevan
a que en un momento dado, avanzarán un paso más en la fusión demográfica
interior, de espacios agrícolas con los espacios productivos industriales, y
así, en ese momento por venir, este comercio que hoy parece muy importante
devendrá un factor secundario. Porque la gran meta estratégica es crear, ya lo
hemos dicho antes, un sólido espacio interior de consumo de miles de millones
de personas.
De esta forma en
menos de cien años, gracias a Mao y a sus sucesores, se ha producido el
fenómeno histórico de mayor peso de la historia contemporánea: sacar de la
miseria absoluta a cientos de millones de personas, darles educación,
alimentación, y desde hace pocos decenios atrás y de forma paulatina, medios de
consumo que llevarán indefectiblemente a producir otro salto cualitativo que obligará a repensar una vez más, y a fondo, cómo se transformarán las
necesidades de ese futuro.
De momento, la
realidad actual, aunque parezca paradójico decirlo, bebe de las aguas conceptuales
de Mao.