MAR PARA BOLIVIA:
UNA CUESTION
CLAVE DE LA HORA LATINOAMERICANA
PARA EL FUTURO DE CHILE
Igor Parra
La visita del presidente Evo
Morales a Santiago de Chile demostró que la demanda boliviana tiene defensores,
quizás minoritarios aún, en la sociedad chilena, y no sólo en sectores de la
izquierda.
Sin embargo esta cuestión
boliviana es urgente plantearla con miras y objetivos estratégicos de alcance
regional, más allá de la línea del horizonte próximo, que ha caracterizado y
complicado a Chile en sus relaciones internacionales regionales.
Los dos últimos ejemplos son
lacerantes para una cierta consideración pomposa de la integridad nacional
chilena, y a la vez provoca sorpresa: las mayores cesiones de espacio soberano
chileno se dieron con el gobierno de Pinochet, con el fallo internacional y con
la intervención papal para el tema de las aguas bioceánicas, y recientemente
bajo el gobierno de Piñera cuando el tribunal de la Haya ha dado la razón a
Perú en el tema de las aguas del norte.
Ahora, el racismo chileno ha
llevado a rebajar constantemente la petición boliviana de salida soberana al
mar. Asombra ver la ceguera con la cual se ha mal posicionado al país en la
hora presente, intentando invalidar el tribunal ante el cual se juzgaría la
solicitud boliviana.
El peso de un gremio armado,
como fue la Marina de Guerra de Chile durante la vida política publica del
Almirante Merino, no puede continuar dañando la política internacional del
país. Pinochet propuso a Bolivia una solución concreta, soberana, es decir más
allá del uso de ciertas superficies portuarias en el norte del país. La Marina
se opuso, al igual que el Perú, a esa solución territorial que contemplaba un
pasillo o corredor entre Chile y el vecino del norte.
Por lo tanto, una solución
práctica fue formulada en el Chile predemocrático de la década de los setenta,
y el pantano en el que se ha posicionado el país desde entonces está a punto de
terminar por iniciativa del movimiento soberanista boliviano.
Decimos que es un pantano
pues no se avanza, y algunos creen equivocadamente, tal como pasó en el tema de
la línea divisoria marítima con Perú, que aferrarse al status quo es una
solución.
Esa es una política del
avestruz, un negarse a ver la realidad regional a los ojos, y tomar medidas
concretas que no dañen la proyección temporal del espacio soberano por causa no
ya de una guerra, sino de decisiones de obligado acatamiento jurídico
internacional. O sea de una instancia no violenta, en principio menos
traumática, pero no menor en términos reales de cesión soberana de kilómetros
cuadrados.
El último estertor de esa
política ciega del avestruz ha sido comunicarle a todos los chicos del patio
regional que no vale ir a la Haya, o donde sea, a pedir una resolución
internacional sobre el tema de la salida boliviana al mar. Ridículo y
peligroso, y es más importante lo segundo que lo primero.
Es la hora de dar soluciones
nuevas a problemas que se arrastran desde hace más de un siglo y aíslan a Chile
de su entorno. Esto le ha costado ya al país decenas de miles de kilómetros
cuadrados (sumando los del fallo papal entre Chile y Argentina, a los del
reciente fallo internacional con Perú). O aún en Chile piensa alguien que la
perdida de Tierra del Fuego a finales del siglo XIX
fue un incidente ya olvidado?
Por lo tanto es la hora de
sacar la cabeza del agujero del palabrerío inconducente e inconsecuente. No
estamos en dictadura militar por lo tanto hay que consensuar una posición
nacional clara y factible, al menos tan
clara y factible como la que formuló Pinochet en su momento, y ofrecérsela
públicamente a Bolivia. Una posición que puede regirse o bien desde el viejo
principio civil romano de “do ut des” hasta otras soluciones asimétricas
espacialmente, pero que permitan a Chile resolver temas esenciales de
aprovisionamiento de aguas y de consolidación conjunta bi-nacional de una
posición geo-estratégica en el mercado internacional de minerales de
alto valor tecnológico.
Si hojeamos la Historia de la
región no encontraremos escenarios análogos que nos orienten conceptualmente,
por lo tanto se trata de innovar en una materia esencial: consolidar las
relaciones geopolíticas con un vecino esencial, muy erróneamente despreciado
por los incultos, pero no precisamente por Pinochet, quien al escribir su texto
“Guerra del Pacífico: La campaña de Tarapacá” dimensiona de forma precisa el
contexto geopolítico y su derivada actual en relación al tema
boliviano-chileno.
Y digo que lo dimensiona
adecuadamente porque queda claro, al estudiarlo y al vivir en el norte grande,
que una propuesta chilena de cesión de soberanía no significaría un menoscabo a
la capacidad operativa de defensa del territorio. Incluso si esa cesión de
soberanía ocurriese de forma discontinua, en un escenario posible, tampoco
afectaría la capacidad logística, operativa y de proyección de fuerza en los
ejes esenciales de la defensa estratégica y táctica del territorio chileno.
Una soberanía boliviana
discontinua mejora la situación actual de usufructo portuario, porque establece
un espacio marítimo real, con playas y un puerto a desarrollar por Bolivia,
conectado por tierra con el altiplano por via terrestre, que necesariamente
seguirá siendo un espacio de bajísima densidad demográfica con un desarrollo de
tres o cuatro centros urbanos o semi urbanos, que actualmente no existen, y que
por razones logísticas deberían estar alineados en torno a la ruta latitudinal
desde el altiplano al mar. Y esa ruta pudiera ser binacional hasta el espacio
marítimo boliviano cedido y a partir de ahí, en este hipotético escenario
nuevo, se puede negociar todo lo referente a los aranceles derivados
eventualmente de la circulación de servicios, mercancías y de personas.
Variantes e incluso otros
escenarios pueden ser concebidos para romper la inercia diplomática actual, que
tiene grandes probabilidades no ya de ser desfavorable a Chile, sino de sumir al
país en una desventaja geopolítica mayor, al no utilizar de forma proactiva el
enorme potencial boliviano, que no lo olvidemos nunca es la mejor opción
geográfica para acceder a la cuenca amazónica, y si no incorporamos esta visión
de futuro Chile seguirá en su rol secundario regional de emporio minero agrícola exportador de recursos mineros sin valor agregado,
con escasa masa demográfica, es decir muy bajo peso objetivo como mercado regional.
Mutatis mutandi, resolver de
forma atrevida el tema boliviano equivale en términos geopolíticos a lo que le
significó al estado de Israel la paz con Egipto.