QUIÉN GANARÁ LA PROXIMA GUERRA MUNDIAL
(IV)
Igor Parra
¿Dónde
hay refugio en un escenario MADS (Mutual Assured Destruction Sempiterna) con el actual nivel científico-militar?
Quizás responder a esta pregunta
formulada al finalizar el post anterior, (III) de esta sintética serie de
opiniones, comience a configurar la primera parte de la respuesta a ¿quién
ganará la próxima guerra mundial?
Consideremos el escenario en el que alguno
de los tres más probables contrincantes geo estratégicos globales, Estados
Unidos, Rusia y China, logre dominar el tiempo y el espacio de un conflicto
directo con intercambio de fuego artillero que incluya fuego nuclear, químico y
biológico. Dada las características de estas armas y su derivada inmediata, la
contaminación del territorio, podemos formular la hipótesis que aún dominando
el espacio rival no habrá ocupación física del mismo. Así pues, la dificultad
de considerar una victoria en un escenario de este tipo consiste en
que, obviamente, el fuego nuclear-químico-biológico, incluso muy localizado en
zonas estratégicas, inutiliza la ocupación y los consiguientes usos del
territorio afectado.
Ahondando en este posible escenario, la paridad estratégica
durante el conflicto no es una suma o una resta aritmética, de bajas
individuales, territorios contaminados, espacios controlados, etc. La paridad
se alcanza durante el conflicto con una relación próxima a la de Paretto
(80-20), donde hay que “devolver” efectivamente el equivalente al 20 % del fuego adversario para alcanzar un
nivel de destrucción del territorio o de los espacios enemigos suficiente para
transformar radicalmente el contenido de la victoria del atacante victorioso.
Dicho de otra manera, en un conflicto atómico-químico-biológico,
las características inherentes a estas tecnologías de guerra permite formular
dinámicas estratégicas asimétricas en las cuales el atacante debería asegurarse
que el contrincante no pueda usar ninguna artillería nuclear, o de cualquier
otro tipo, que contamine vastas extensiones del territorio (fuego químico y/o
biológico agregado al nuclear). Este umbral es posible en el estado actual de
cosas sólo si ocurre una revolución tecnológica de un nivel equivalente a lo
que significó la introducción del hierro, o de la pólvora y el cañón, en
diferentes épocas de la evolución humana.
Así pues tenemos tendencia a pensar que
observando el actual nivel de la tecnología si hubiese una guerra mundial, en
términos prácticos, centrada sobre todo el hemisferio norte, los únicos
ganadores serían, relativa e indirectamente, los habitantes del hemisferio sur,
más probablemente los que están por debajo de la zona de convergencia
intertropical (ITCZ), es decir parte de Australia, Nueva Zelandia, Africa del Sur,
parte de la Polinesia, parte del Brasil, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay-Argentina.
La Segunda Guerra Mundial demostró que a
pesar de disponerse de amplios arsenales químicos en ambos bandos, no se
utilizó ese nivel de armamento pues planteaba permanentemente la interrogante de
la duración y del alcance territorial de la eventual respuesta. Esa duda fue el
centro del discurso y de la práctica estratégica durante la Guerra Fría.
Actualmente no hemos salido de esa zona de dudas, pues ese mismo conflicto
mundial también mostró que poseer e incluso desplegar nuevas tecnologías
científico militares no es suficiente para ganar una guerra mundial si no es
utilizada masivamente y, esto aún es parte crucial de la duda estratégica
actual, que el adversario no tenga capacidad alguna de respuesta. Es decir el
equivalente histórico a lo que significó la conquista de América por parte de
españoles y portugueses en el siglo XVI.
En el próximo post nos plantearemos la
interrogante sobre la importancia o no de las escuelas de pensamiento
estratégico en un eventual conflicto mundial, centrado en el hemisferio norte.