SOÑÉ
en la hora de soledad
la excavación de mi tumba
Con cuidado sacaba poco a poco a la luz
los cuatro objetos que me acompañaban en mi destino final
Pegados a mi cuerpo dos de ellos eran máscaras africanas
Encima de mis cuencas vacías dos monedas de plata
con lechuzas áticas esperaban
al barquero solitario de la laguna queda
Cuando pensé que había terminado de excavarme
en la pared lateral de la dura piedra horadada
en ese viejo desierto seco
apareció una puerta baja que daba a otra recámara más profunda
Ahí guardaron
los que me enterraron
mis mejores tesoros
Alineados en bajas estanterias miles de libros
esperando la resurrección para volver a ser leídos
uno a uno sin descanso sin pausas
Pero
no abrí ninguno
lo leido leido está
como lo amado amado queda
en un rincón del alma
que no llegué a excavar
Pues al mirarme con ojo crítico de arqueólogo
supe del límite de mi ciencia
que nunca revelaría la pasión extrema
que en vida sentí por la piel suave de las diosas
de las reina y princesas que amé
hasta casi morir en cada empeño
Nunca la espátula ni el goniometro
darían razón de los suspiros ni de las palabras
que mis secos oidos oyeron en vida
Ni tampoco el pincel o el bisturí reconstruirán
la agitada respiración después de cada adoración
de cada beso
de cada palabra tierna
que mi lengua ya reseca
ya polvo del desierto
no podrá nunca repetir
Excavar mi sueño
en esa hora de soledad fructuosa
me mostró lo feliz
que fui en vida
y al principio de la muerte
Después
con el paso del tiempo
todo es olvido
y silencio
incluso
para el polvo
que un día
fue carne
enamorada