Cuando mi primera esposa era una mediterránea Luna de cabellos largos
yo fui su culebra con sombrero de copa
treinta dos años
culebra viajera incansable
en estudios y trabajos
desde Montpellier a Paris
de Barcelona hasta Amsterdam
y de Barcelona a Montpellier
durante años y años
Después con mi segunda esposa
viví en una linda
y lujosa
muy lujosa
jaula de oro
pero creanme
era oro de muchos quilates
pero muy sólidos y próximos también
y estuve ahí dulcemente encerrado
cuatro años
de deliciosas noches
prolongadas conversaciones de piel
muchas de ellas registradas en este post
ella era alemana y catalana
dulce empresaria muy de derecha dura
Luego con otra hija de alemana me encerré solito
nadie me obligó
en una playa remota y ventosa
ella era una muy seria funcionaria respetada de dia
fiera desatada en aquella cama de atardeceres anochecientes
sureños
A la muerte de mi padre
terminé el contrato con la tierra del sur del Sur
fueron diez años de geografia profunda
de piel y pensamiento
casi para despedir la tierra continental
me subí al altiplano boliviano
llevando conmigo el recuerdo
de mi apasionada tercera alemana
hija también de esa tierra estricta y ordenada
incluso para las matanzas
aunque aquella breve vida en su casa fue muy expresiva
también
y me dejó una corporal marca indeleble
imborrable
clara demostración de lo que puede la pasión germana descontrolada
de ello escribi un poema demasiado explícito
que borré
sobre esta marca
ahora defecto
que me acompañará
hasta mi ya no lejano embarque
en el pequeño bote
que flota sobre mi tamarugo nortino
que es mi muelle para irme tras el sol
y que en este reciente viaje al norte grande de Chile
fui a visitarlo
como para acomodar la nave
antes de mi periplo egipcio hacia occidente
Quizás mientras viaje por ese azul infinito
tambien recordaré agradecido
a estas tres germanas
que en total
me ocuparon emocionalmente siete años vitales
en otro momento contaré algo sobre su común denominador
y que es la razón por la cual continué mi marcha
hasta regresar a España
igor frente a la iluminada catedral de Burgos
una tarde oscura de octubre