domingo, 8 de julio de 2012

SOÑÉ

en la hora de soledad

la excavación de mi tumba

Con cuidado sacaba poco a poco a la luz

los cuatro objetos que me acompañaban en mi destino final

Pegados a mi cuerpo dos de ellos eran máscaras africanas

Encima de mis cuencas vacías dos monedas de plata

 con lechuzas áticas esperaban 

al barquero solitario de la laguna queda

Cuando pensé que había terminado de excavarme

en la pared lateral de la dura piedra horadada

 en ese viejo desierto seco

apareció una puerta baja que daba a otra recámara más profunda

Ahí guardaron

 los que me enterraron

 mis mejores tesoros

Alineados en bajas estanterias miles de libros

esperando la resurrección para volver a ser leídos

uno a uno sin descanso sin pausas

Pero 

no abrí ninguno

lo leido leido está

como lo amado amado queda

en un rincón del alma

que no llegué a excavar

Pues al mirarme con ojo crítico de arqueólogo

supe del límite de mi ciencia

que nunca revelaría la pasión extrema

que en vida sentí por la piel suave de las diosas

de las reina y princesas que amé

hasta casi morir en cada empeño

Nunca la espátula ni el goniometro

darían razón de los suspiros ni de las palabras

que mis secos oidos oyeron en vida

Ni tampoco el pincel o el bisturí reconstruirán

la agitada respiración después de cada adoración

de cada beso

de cada palabra tierna

que mi lengua ya reseca

ya polvo del desierto

no podrá nunca repetir

Excavar mi sueño

 en esa hora de soledad fructuosa

me mostró lo feliz

que fui en vida

y al principio de la muerte

Después 

con el paso del tiempo

todo es olvido 

y silencio

incluso

para el polvo

 que un día

fue carne 

enamorada