domingo, 29 de abril de 2018

Simplemente, no puedo


Esta es la segunda vez que, desde 2011, transcribo a un poeta poco frecuentado, lejos de su territorio lingüístico. La primera fué con un excelente autor catalán, y les dejo la diversión de hacer arqueología en este meta yacimiento de esbozo expresivo.

Ahora no puedo dejar de compartir muy brevemente, y en mi orden telúrico al amigo, muy íntimo amigo, Arseni Tarkovsy. Simplemente, no puedo

Arseni Tarkovsky un grande 
padre de un grande
te rindo un humilde homenaje
He vivido casi cada linea
 de estos poemas tuyos
por ejemplo
la muerte no existe
lo sé
como arqueólogo está claro
lo tengo clarísimo
y por eso
Я смею писать ... что я останусь твоим скромным поклонником
пока последняя вторая не выплатит в час свой долг!!!!


                                                        poemas traducidos por Irina Bogdaschevski, alumna de Borges


Tercer poema: 
podríamos titularlo la muerte no existe (los comentarios subyacentes al número del poema son de IP)



No creo en los presentimientos, tampoco me asustan las señales,
no huyo ni del veneno, ni de las calumnias.
La muerte no existe en el mundo, todos son inmortales,
todo es inmortal, no hay que temer a la muerte
ni a los diecisiete años, ni a los setenta.
Existe solamente la realidad y la luz.
No hay en este mundo ni oscuridad, ni muerte.
Estamos todos reunidos en la orilla del mar,
y soy de aquellos que recogen las redes,
cuando viene, en cardumen, la inmortalidad.
Sigan viviendo en la casa, y ella no se destruirá.
Convocaré a cualquiera de los siglos,
entraré en él, y construiré allí mi morada.
Por eso están conmigo sus hijos y sus mujeres comparten mi mesa,
pues, la mesa es una sola para el bisabuelo y para el nieto.
Lo venidero acontece ahora, y si yo levanto la mano,
quedarían cinco rayos de luz para todos ustedes.
Mis clavículas apuntalaron, como vigas, los días del pasado,
medí los años con cadenas de agrimensor, horadé el tiempo,
como si fuese los Urales, y elegí el siglo según mi estatura.
Bajamos al sur y levantamos el polvo de las estepas…
El pasto alto se alborotó, bromeó el grillo, tocó las herraduras,
nos auguró el futuro con sus bigotes,
y me amenazó, como un monje, con la perdición segura.
Até mi destino con las correas a la silla de montar,
aún erguido en los estribos, cabalgo como un muchacho en los tiempos venideros;
me satisface mi inmortalidad, para que mi sangre corra de siglo en siglo..
Por un rincón seguro de dulce tibieza pagaría obstinado con mi vida,
si ella no fuera una aguja voladora, que me tira, como a un hilo, por todo el mundo.




Segundo Poema: 
yo propongo como título: ...ni las palabras podrían frenar...

Te esperé ayer desde el alba,
se dieron cuenta de que ya no vendrás.
¿Te acuerdas qué tiempo tuvimos?
Fue una fiesta. Yo salí sin abrigo.
Llegaste hoy, y nos han preparado
un día singularmente sombrío,
la lluvia y una particular hora tardía.
Y corren las gotas por las ramas heladas
que ni las palabras podrían frenar,
ni secar siquiera un pañuelo.




Primer poema:
“Los primeros encuentros”: así un periodista tituló, así mismo,  y está muy bien escogido el concepto, creo;
pero yo señalo: "al otro lado del espejo"


Cada instante de nuestros encuentros
celebramos, como una presencia Divina,
solos en todo el mundo. Entrabas
más audaz y liviana que el ala de un ave;
por la escalera, como un delirio,
saltabas de a dos los escalones, y corrías
a través de las húmedas lilas, llevándome lejos,
a tus dominios, al otro lado del espejo.
Cuando llegó la noche, recibí la gracia,
las puertas del altar se abrieron,
y brilló en la oscuridad, en el espacio
la desnudez, y se inclinó lentamente,
y despertando, pronuncié: “‘¡Benditas seas!”,
y enseguida percibí la insolencia
de esta bendición. Dormías,
y para pintar tus párpados de aquel azul eterno
las lilas se inclinaron hacia ti desde la mesa.
Tus párpados azules ahora estaban
serenos, y tibias tus manos.
En el cristal se percibía el pulso de los ríos,
el humo de los cerros, el resplandor del mar,
y una esfera en la palma de la mano sostenías,
de cristal, y dormías en el trono,
y ¡oh Dios Santo! eras mía solamente.
Al despertarte, había transformado
el común lenguaje cotidiano
y con renovada fuerza se colmó la garganta
de vocablos sonoros, y la palabra “tú”, tan liviana,
quería decir “rey” ahora, revelando su nuevo significado.
De pronto, en el mundo todo ha cambiado,
hasta las cosas simples, como la jarra, la palangana,
cuando se erguía en medio de nosotros, cuidándonos,
el agua, dura y laminada.
Fuimos llevados hacia el más allá,
y se abrían ante nosotros, como por encanto,
las ciudades milagrosas, y nos invitaban a pasar,
la menta se extendía bajo nuestro pies,
las aves seguían nuestro camino,
los peces remontaban nuevos ríos,
y el cielo se abrió ante nuestros ojos…
Mientras seguía nuestra huellas el destino,
como el loco, armado de una navaja.


Igor Parra, en Lo Castillo antes de un viaje de meses al hemisferio norte,
 mientras suena el piano de Boushlav Martinu (https://youtu.be/kQbNJjj8mlk)