¿Derramaremos metafóricas lágrimas negras?
Igor Parra
La segunda semana de diciembre he tenido la oportunidad de vivirla muy intensamente en Barcelona. Por esto he podido contrastar varias observaciones que he realizado desde la lejanía rural, y que están muy aferradas al día a día que vivimos en esta época de cambios profundos y decisivos.
También observo, con la ayuda de personas próximas, un cambio significativo en la expresión de las ideas, de las noticias, del relato de lo cotidiano. Una muy querida amiga me dice que hemos entrado, al menos en el occidente europeo y norteamericano, en el hyper sentimentalismo, que fuera, según ella , el sucesor del post modernismo.
Algo de esto ha sacado y usado el gobierno español al intentar justificar la militarización de un problema social, sindical y sobre todo económico, como resulta ser el conflicto de los controladores. Me ha sorprendido ver al gobierno de España utilizar las desgracias de la gente para justificar el salto cualitativo que ha dado hacia el vacio, trayendo militares a resolver un conflicto de civiles.
En la calle se respira, en Barcelona, un ambiente que reconozco de otras épocas y de otros lugares. Se masca una gran violencia social latente. La ciudad se ha transformado dramáticamente, y en varias reuniones, me resultó claro que hay una extendida conciencia, a estas alturas del año, que las Cajas son la presa favorita de los especuladores. El comentario se limita a saber si La Caixa también caerá. Como recordarán los lectores de estas líneas, hace meses atrás comenté que cuando los Bancos hacen el negocio de las Cajas y éstas el de los Bancos es un puro problema de tiempo: no hay espacio para ambos en el mercado financiero del euro. Parece que estamos muy próximos a asistir a momentos en los que los cambios del paisaje financiero español irán más allá, mucho más allá, de la mera unificación en marcha de las Cajas, sobre la que ya comentamos que parecía tardía y de bajo perfil.
En el mundo catalán esto de los bancos se toma muy en serio, y las ideas que he oído exponer a gente capacitada es de una radicalidad que probablemente asustaría no sólo a los que tienen deudas con las Cajas, sino también, estoy seguro, a los directivos de estas entidades que han sobrevivido al paso del tiempo.
Para darles una idea somera de lo que se escucha en los círculos barceloníes que he visitado esta semana: el euro se salvará si las Cajas quiebran, y si el Estado fija garantías por una cantidad mínima de dinero al pequeño y mediano ahorrador (esto me suena técnicamente a una variante del "corralito"), atrapado por los enormes pasivos secretos de Las Cajas de Ahorro, y de algunos Bancos, que intentan, inútilmente, pasar desapercibidos.
Pocas voces se levantan ya, al menos de las que escucho personalmente, para defender a capa y espada el Euro. Un importantísimo dirigente financiero no ha querido hacerlo a pesar que se le ha solicitado por parte de una de las mentes privilegiadas de España en materia económica, con el fin de contribuir a calmar las presiones sobre la moneda única no ya en España sino en Europa.
Al ver este panorama tan triste, porque vamos por la vía rápida a un conflicto social de grandes magnitudes que será violento, antes de volverme a Andalucía casi dejo ir metafóricamente una lágrima negra. Como intento no ser hyper sentimental, porque los hyper sentimentales lloran inútiles lágrimas negras, prefiero guardar en el recuerdo el enorme empuje y fuerza intelectual moral que he podido observar en más de un sitio en Barcelona.
Me parece observar indicios muy potentes de un profundo rearme moral de sectores claves, que no se han dejado arrastrar por ese lagrimeo negro. No, puedo darles fe que he visto en distancias cortas emerger nuevas ideas, para proyectos concretos que sólo pueden nacer de la voluntad de superar, al margen de gobiernos y entes hasta ahora canalizadores de lo social, esta parte final de la crisis, que ahora encaramos de pleno.
Porque tal como lo dijimos hace ya casi un año, esta crisis tenía dos partes características, ahora ya ha llegado la segunda ola, la que afecta muy amplios segmentos de casi cualquier tipo de consumo. Ahora es cuando la amplia muchedumbre de gente sin trabajo, y sin cobertura se volverá de forma cada vez más violenta contra el inmigrante y contra la autoridad, sea esta bancaria, política o policial.
Y en momentos como este lo que cabe es pensar más y mejor, expresarse intensamente, organizar y crear soluciones diferentes, sin llegar a la violencia ni física ni conceptual, porque el coste social sería insoportable para España. No hay espacio para repetir soluciones caducas, en la novedad seguramente hay soluciones potentes que están esperando ser formuladas.
En medio de la mayor crisis desde la guerra civil, por la amplitud de la destrucción masiva de empleo y sufrimiento social, he visto, con alegría, que en Barcelona, y espero que en otras partes también, no se bajarán los brazos ante la desidia de la clase política y financiera, que ya no son líderes de casi nadie. El futuro es inmenso, y una vez más, este es parte de mis pequeños privilegios, lo he visto claro, casi con vértigo… en y desde mi querida ciudad amiga, Barcelona.