jueves, 5 de mayo de 2011

Evolución del pensamiento estratégico

LA VICTORIA

Igor Parra


La probable muerte de Bin Laden ha alegrado a los norteamericanos a unos niveles que parece sorprenden fuera de ese pais. Durante 3 años tuve la oportunidad de visitar con alguna frecuencia la oficina de mi padre en la torre norte del WTC que estaba situada con vistas al rio y a la amplia bahía. Desde ese lugar envié a Roma y a Barcelona mi aporte a la formulación de un programa europeo de cambio climático; lo redacté a 51 pisos por encima de Wall Street y desde el boscoso laboratorio universitario de mi amigo y colega George K, en la frontera del Estado de Nueva York.
Cuando todo ese mundo se derrumbó, el 11 de septiembre del 2001, el azar de los dioses juguetones me hizo escuchar -triste- la noticia en directo por la radio, mientras cruzaba velozmente en un taxi los campos de Waterloo.
Aprovechando estos recuerdos, me pregunto: ¿qué diferencia la muerte de Bin Laden de la victoria británica sobre Napoleón en Waterloo?, casi podriamos extender esta pregunta, cuya respuesta es adimensional, a la situación actual en el norte de Africa: ¿qué diferencia el fin de Mubarak en Egipto de la situación en Libia o en Siria?
La diferencia es algo esencial y por ello simple de escribir pero difícil de comprender cabalmente: esa diferencia está en “la voluntad”.
Si la muerte de Bin Laden no significa una inflexión cualitativa en la voluntad de combatir de los miembros de su red, entonces su muerte no es una victoria. Cuando Napoleón pierde en Waterloo no fue un asunto personal entre él y Wellington. La derrota en los campos belgas significó el final de la voluntad de combatir de la nación francesa. De igual manera las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, necesarias o no, marcan el final definitivo de la voluntad de combatir del Imperio japonés.
Por lo tanto, una Victoria que afecta "la voluntad de combatir", con mayúsculas, significa un triunfo espacial y temporal, que es lo que Roma otorgaba a los ciudadanos victoriosos que cumpliendo tareas militares para la República mandaban sus tropas y obtenían, después de la campaña militar, el total dominio romano del espacio y del tiempo enemigo. Este es el núcleo de una Victoria: que el enemigo ya no desee, porque no puede fisica o moralmente, recuperar ninguna iniciativa, ni por lo tanto usar de forma organizada ningún espacio ni tiempo.
Para mí, la Victoria significa esencialmente el uso o usufructo del tiempo de un contrincante sobre el del adversario. El mejor ejemplo contemporáneo lo tenemos tanto en Vietnam como en Afganistán, pues en ambos casos el enorme poder de fuego de un contrincante no dobla la voluntad de combatir organizadamente en el espacio y en el tiempo al adversario. Al contrario, el poseedor del mayor poder de fuego entra en el rompecabezas que le impone la parte aparentemente más débil, que intercambia de forma no lineal espacio por tiempo. Algunos analistas denominan a este juego estratégico una guerra asimétrica, pero me parece que hablar de asimetrias da una noción demasiado euclidiana, geométrica, a la comprensión de un tema muy complejo.
En Waterloo, Hiroshima y Nagasaki, así como en otros finales linearizados de encuentros entre potencias equivalentes, la Victoria es un punto preciso en el tiempo y en el espacio. Cuando el enfrentamiento es entre fuerzas desiguales la Victoria sólo se alcanza con el dominio real de los tiempos del conflicto, esto conllevará sucesivamente al dominio espacial, y no al revés, detalle que le costó la guerra del Vietnam a los norteamericanos, y va camino de significarles malos tragos en el tema de Irak y de Afganistán.
Ya lo hemos comentado en otros posts de este blog, pues emerge en diferentes temas que se observan de la contingencia estratégica: la materia más importante no radica, en la época contemporánea en el dominio de los espacios, sino en el dominio de los tiempos. Si observamos con ojo crítico la Historia militar veremos que a las victoriosas campañas de Hanibal en Italia les faltó consolidar simultáneamente un dominio espacial, es decir en el fondo su problema, condicionado por la tecnología de transporte de la época, fue temporal. En Vietnam el ejército americano, varios ordenes de magnitud más poderoso en poder de fuego que el vietnamita podía estar en múltiples sitios a la vez, pero no de forma permanente. El calendario vietnamita se impuso en medio de derrotas tácticas, y esto les significó la Victoria final.
Algo similar ocurrió con el imperio inglés y con los soviéticos en Afganistán: en momentos diferentes con medios tecnológicos de punta en cada momento histórico no fueron capaces de imponerse, no ya en el espacio sino en los tiempos de la complejísima guerra de montañas.
Por esta razón me pregunto si la Otan hace sus deberes a la hora de evaluar con mapas sus avances afganos, ¿y si el adversario talibán no mide su esfuerzo en kilómetros o millas cuadradas? Si esto es así la muerte de Bin Laden no es una Victoria estratégica, y quizás tampoco lo sea táctica.
A una escala más mediterránea, justo a las puertas meridionales de Europa, Gadafi gana batallas y evita derrotas...pero su tiempo ya no es suyo, aunque aguantase dos o tres años más en el poder. Los antiguos poderes coloniales han decidido sobre su suerte, y él carece del factor que podría hacerle remontar su inferioridad militar y llevar a un plano temporal el conflicto: ha perdido la unidad de acción interna de un segmento de su propia población.
Estos son los temas de fondo, según mi punto de vista en estas horas trágicas, en las que un montón de noticias secundarias intentan ocultar lo que esta ocurriendo en Siria y en otros lugares clave, como Palestina e Israel.
Podemos pensar cualquier cosa sobre estos tiempos actuales que observamos...menos que sean aburridos al espiritu crítico.