lunes, 13 de junio de 2011

EVOLUCIÓN POLÍTICA DE ESPAÑA (III)

España: quo vadis?

Igor Parra




Dentro de la cuenca mediterráneo moderna, Italia sigue cumpliendo un rol muy importante. Ya no es el centro del mundo como lo fue durante setescientos años, cuando la República y el Imperio Romano, pero sigue manteniendo un rol político muy central en la orilla norte del mar Mediterráneo.


El triunfo de los ciudadanos en el plebiscito en el que se votaba la inmunidad de Berlusconi, la privatización del agua, la continuidad de la energía nuclear envía una potente señal no sólo hacia el norte de Africa sobre la fortaleza de un sistema político que no recurre a las masacres de ciudadanos para protegerse del cambio político. En este caso particular y en esta coyuntura Berlusconi ha recurrido a su control de los medios de comunicación para desanimar a la participación ciudadana en el plebiscito. Pero de ahí a ametrallar a las personas como lo hacen algunos de sus amigos africanos (o ahora ya no se acuerda de su “amigo” Gadaffi?) es harina de otro costal.


Por lo tanto el mensaje es que en Italia se guardan las formas cuando una masa suficiente de ciudadanos, pacientes, muy pacientes, recurren al plebiscito sorteando toda clase de obstáculos y trampas que el poder político y financiero ha sembrado para evitar este plebiscito. Y ese mensaje también tiene y tendrá repercusiones importantes en la orilla norte del mar mediterráneo: el incipiente movimiento ciudadano español de los “indignados” tiene ahora un ejemplo fresco, recién salido del horno político italiano, sobre el alcance a largo plazo de su potencial capacidad de cambiar las reglas del juego político.


Por eso es útil que en las agendas de los nuevos ciudadanos que se estan despertando a la conciencia del accionar político aparezcan temas que vayan más allá del gremialismo de la edad ( trabajo para todos, casas para todos, hipotecas blandas) y también abarquen temas centrales, como el de las formas de energía, el uso y propiedad del agua, la inmunidad y privilegios apabullantes de los políticos que se han profesionalizado, y buscan con descaro permanecer el tiempo necesario en sus puestos de diputados y senadores para cobrar pensiones vitalicias que son injustas y en muchos casos incluso innecesarias para sus beneficiarios.


En España ese descaro e incipiente despreocupación por las maneras democráticas de la tolerancia y del respeto por el adversario, se manifiesta incluso en formas muy violentas de expresión verbal y escrita, tales como las que leimos el 4 de mayo en la portada de un gran periodico como ABC en el que un tal señor  Burgos decía textualmente: “Ni borracho me puedo alegrar como cristiano por una muerte. Aunque sea la muerte de un asqueroso moro asesino”. Esta es una forma peculiar de expresar un punto de vista, que vale lo mismo que las cada vez más frecuentes llamadas a expulsar a los “sudacas apestosos y piojentos” que también se pueden leer frecuentemente en los foros de los periodicos españoles.


España parece deslizarse otra vez, porque es un viejo territorio con poca memoria, hacia una crisis como la de las expulsiones de los judios en 1492 o la de los moriscos en el siglo XVII. De forma pasiva pero también activa algunos sectores sociales y financieros estan apostando por una salida egoista y cortoplacista de la crisis económica: más con la vista en los mercados que en el sentido común. Pero nos acordamos que los mercados, a los que ha querido complacer obsecuentemente el señor Rodriguez Zapatero no pararon los pies a Mussolini, ni a Hitler, ni a Franco, ni a Pinochet ni a Videla. Los mercados no castigan al pais sudamericano que tiene las mayores fosas de campesinos asesinados en los ultimos diez años por fuerzas paramilitares, y mira para otro lado en Cuba (el turismo es un buen negocio y si hay sexo los mercados y los mercaderes se entusiasman), no hicieron nada en Hungria ni en Alemania oriental cuando los rusos enviaron los tanques. Tampoco se inquietaron por la desastrosa guerra en Afganistan, ni la actual ni la anterior. No se inmutaron por el martirio de decenas de miles de europeos masacrados a manos de otros europeos, y no durante la invasión alemana de 1940-1945 o la invasión turca de los Balcanes hace cientos de años atrás, sino durante la última década del siglo XX. Las guerras africanas con millones de muertos recientes, chorreando sangre sobre los antiguos colonialistas europeos, tampoco inmutan ni preocupan a los mercados que Zapatero ha intentado contentar pagando un alto precio social. Aqui conviene recordar que al finalizar la Segunda Guerra Mundial los Aliados no impusieron a Alemania un pago de indemnizaciones superior al 5% del PIB porque consideraron que los hundirian socialmente...¿alguien le ha recordado esto a la ministra socialista del gobierno de España?


Pero Italia nos muestra que hay formas concretas de actuar para obtener resultados palpables muy importantes, sin necesidad de mirar la opinión de los mercados, ni depender de ella.


Italia ha rememorado la antigua tradición romana de los plebiscitos fundamentales, que labraron la grandeza republicana: desde el año 494 antes de la era cristiana con la Lex Sacrata con la que los ciudadanos plebeyos de Roma entran en el escenario de la política y de la Historia de Roma. Ganan plebsicito a plebiscito posiciones en el cerrado entramado social senatorial a través de la Lex Publilia, con la eleccion de los tribunos de la plebe. Esto se consolida en el 287 AC con la Lex Hortensia que sanciona el caracter vinculante para todo el pueblo romano de los acuerdos que adopte la mayoría social. No me resisto a mencionar, por su alto contenido pedagógico la promulgación de las Leyes Licinio-Sextias del 367 y del 366 AC en las cuales se promulga la reducción de las deudas y la fijación de una superficie máxima de 125 hectáreas para la ocupación de tierras públicas por parte de un ciudadano privado. Hoy Italia se vincula a esta antigua tradición romana.


En esta hora mediterranea, la evolución política parece reorientarse con fuerza hacia la participación política ciudadana, por eso si le preguntasemos a esta querida España “quo vadis?” -dónde vas?- una de las mejores respuestas pudiera, y debiera ser: “eo plebiscitum inibi”. Y quizás fuera tarea de los indignados dar una forma y contenidos concretos a la acción plebiscitaria que hace falta para refundar la democracia en España, pues pensamos que en las circunstancias actuales refundar equivale a  consolidar esta frágil democracia ibérica.