viernes, 2 de noviembre de 2012

Evolución de la Crisis catalano-española


LA CRISIS CATALANO-ESPAÑOLA OBSERVADA
 DESDE
 EL SUR DEL SUR

Igor Parra

El conflicto planteado entre Catalunya y España en la hora actual resulta interesante de ser observado desde diversas ópticas, que, en efecto, están siendo publicadas diariamente en los periódicos ya españoles ya catalanes, e incluso en algunas columnas de la prensa internacional.
Sin embargo hay un ángulo desde el cual nosotros, en Latinoamérica, observamos este tema con interés, y esta observación nos hace pensar en los procesos de independencia entre nuestro continente y la entonces metrópolis hispana.
La distancia geográfica, la composición étnica, la pertenencia a un conglomerado supranacional, la permanente y estrecha relación a lo largo de siglos entre España y Catalunya parecieran elementos diferenciadores con respecto a las dinámicas independentistas americanas de hace doscientos años atrás. Aunque el Estado español, como ente administrativo territorial no terminó de estrecharse hasta sus limites actuales en fechas muy recientes. Recordemos, en efecto, en la década de los 50 del siglo pasado la entrega del Marruecos español al recién independizado reino alauita, lo que aún es considerado como una traición por parte de la población bereber del Rif. Pero siempre en la misma línea  de contracción territorial de antiguas colonias, otro paso hacia la geografía política actual lo constituyó la cesión apresurada, igualmente, de los territorios saharauis al reino de Marruecos en la década de los 70, justo en el inicio de la transición democrática española, con Franco aún agonizante. Un tiempo antes, en los 60 se le otorgó la independencia a la colonia africana occidental de Guinea.
Esta pues ha sido, recientemente, la contracción territorial española, que no cesó con la perdida también relativamente reciente de Cuba y Filipinas, a finales del siglo XIX. Desde una visión continuada de la Historia podemos decir que las perdidas territoriales de la corona español se han extendido a lo largo de casi tres siglos, pues comenzaron con los amplios espacios de Florida y California, allá por  el siglo XVIII, para terminar, por ahora, en 1975 con la retirada de los territorios saharauis.
Este breve resumen de la contracción territorial española a lo largo de trescientos años nos sirve para proponerlo como parte del marco conceptual con el que se analiza y se siente desde el centro peninsular el problema catalán. Es un dato que augura una fuerte resistencia a la dinámica independentista abanderada por el actual gobierno de la Generalitat. En este contexto, los mismos datos económicos que sirven a los partidarios de la independencia de Catalunya también sirven a los habitantes de otras partes de España para no desear, ni permitir, que una locomotora económica como la catalana se separe del resto del convoy peninsular español.
Ahora bien, al leer algunas descalificaciones más o menos elaboradas, o no, del proceso en curso, vemos que se lo descalifica diciendo que es mera reacción a una crisis económica la que recluta los amplios sectores ciudadanos que ahora acogen favorablemente un discurso independentista que siempre ha estado disponible, políticamente, en la palestra catalana. Es decir, no es ninguna novedad conceptual, lo nuevo es que el partido de gobierno lo asimile como parte de un discurso propio, en términos estratégicos y no coyunturales.
Aquí nos cabe recordar a los amables lectores que no se puede barrer con desprecio de la mesa de argumentos este de la crisis y del agravio económico. No es un argumento menor, no. Si miran la historia de los procesos independentistas americanos en todo su conjunto, incluyendo el de los Estados Unidos de Norteamérica, verán clara y distintamente que ese fue siempre el argumento inicial de base de todos los procesos independentistas americanos. También verán que las reacciones actuales que se registran en el centro peninsular son idénticas a las respuestas que ingleses y castellanos daban a las demandas que protestaban por los agravios que al final terminaron por separar material y espiritualmente a extensas colonias de criollos, con fuertes lazos familiares peninsulares. Los procesos de independencia americana fueron procesos liderados por elites formadas militar y administrativamente en Europa.
En medio de esas demandas se registraba la participación de personas endeudadas, desfalcadores, contrabandistas y ladrones, sin embargo eso no restó apoyos, de gentes que no lo eran, al largo y doloroso proceso de separación de España. Porque había un común denominador al margen del desfalco puntual de algún independentista: los agravios materiales y étnicos, en contra de los que no tenían cuatro cuartos de pureza racial española, eran constantes. Porque mientras más leemos y estudiamos el proceso independentista americano en su conjunto más claro aparece que esas guerras de liberación e independencia fueron en realidad guerras civiles entre españoles por un lado y criollos (españoles de segunda generación) del otro. Es decir que esas dinámicas de separación administrativas de las colonias fueron la culminación de largos procesos centralistas que fermentaron la rabia de la población europea minoritaria del continente. Recuerden que la independencia de nuestros países fue obra de elites ilustradas muy minoritarias.
Por lo tanto los agravios económicos ya fueron parte de la historia española y le significó la perdida en condiciones catastróficas de todas las colonias americanas. De esta manera al observar atentamente los argumentos centralistas de que todo este proceso es sólo una operación de maquillaje, superficial, de un grupo elitista catalán, disentimos pues los agravios en contra de los catalanes, que han sido constantes desde la monarquía de los Hasburgos (recuerden las guerras del Conde Duque, por ejemplo) sí que han explicado y dado pie a guerras y  conflictos graves. Y sobre todo no es argumento decir que un proceso está descalificado por ser “meramente” economicista o de elites…esas son las claves maestras de los procesos que estamos observando, tanto a lo largo de la Historia como de la actualidad.
En este contexto, en estas comparaciones, emergen los roles diversos de los países o potencias extranjeras que miran con preocupación o con interés propio los procesos de independencia de países limítrofes o próximos. En la península ibérica, desde el Bajo Imperio Romano es un axioma, o mejor dicho, una constante histórica, la involucración tanto de Francia como de los germanos en los asuntos ibéricos. Sobre esto se pueden proponer diversos escenarios, ya lo hicimos recientemente en este blog con una variante muy particular alemana, que como hipótesis  pueden ser más o menos factibles o verosímiles.  En cualquier caso, tenemos, desde la distancia geográfica, la certeza absoluta en que este proceso independentista catalán, que parece evolucionar en el momento actual de forma rápida, es decir con acumulación significativa de decisiones y hechos  importantes en poco tiempo, tiene consecuencias profundas en la arquitectura europea, que va mucho más allá de las consecuencias que se derivaron de las guerras balcánicas recientes.
Y esto es así porque la eventual independencia de Catalunya modificaría por primera vez la estructura geopolítica de la península ibérica, cosa que no acaecía desde el periodo de Felipe II y su anexión de Portugal. Y este hecho tendría un efecto de llamada hacia otros territorios no muy lejanos de  la zona del conflicto que estamos observando ahora: por ejemplo en el norte de Italia, en Córcega y Cerdeña, o incluso en el sur-este del polígono francés.
Para volver a nuestra observación “criolla” americanista, que conoce en el terreno el problema por haber vivido allí casi cuatro décadas, desde 1974 al 2011, lo que emerge con claridad es que esta crisis se llevará por delante en algún momento próximo, o lejano, a la actual forma constitucional monárquica española. El estallido de la crisis en curso, el descrédito creciente de la familia real, y su escasa operatividad en el decurso de los acontecimientos, los pone al margen del proceso, tanto de mantenimiento de la estructura actual geopolítica española, como también quedarán marginados en un escenario eventual de separación de las tierras catalanas del resto de España.
Todos estos eventos apuntan a que este proceso catalán marca realmente un limite a la transición democrática española, pues esa transición ha estado íntimamente asociada a la figura del Rey y a la del pacto autonómico. Al final, que no vemos aún vislumbrarse en el  horizonte próximo, cuando termine o se supere o se agudice, incluso aún más la crisis catalana, España será muy diferente a la que hemos conocido estos últimos cuarenta años. Con o sin independencia catalana.
Así pues, nosotros pensamos que quien crea que las cosas pueden volver al cauce anterior se equivocan, pues como me han dicho varios amigos catalanes “esto va en serio”, al margen que tengan o no éxito en la construcción de su escenario independentista.